Campogrande, Prokof'ev, Dvořák: Teatro Comunale di Bologna

Sobre el espectáculo

La combinación de violín, trompa y piano en un trío de solistas es un hecho poco frecuente en la historia de la música. Sólo algunas piezas excepcionales, como el Trío Op. 40 de Brahms, han explorado esta formación única. Nicola Campogrande, consumado compositor, escritor y presentador italiano de radio y televisión, ha decidido dedicar un concierto a este conjunto poco convencional, siguiendo los pasos del intento de Brahms de fusionar las sonoridades aparentemente incompatibles de estos tres instrumentos.

La Primera Sinfonía de Sergei Prokof'ev, también conocida como "Clásica", es una pequeña obra maestra que muestra la habilidad del compositor para mezclar elementos de lo antiguo y lo nuevo. En esta sinfonía, Prokof'ev crea una composición muy original e ingeniosa que no es simplemente una imitación irónica del estilo del siglo XVIII, sino la exploración por parte de un músico moderno de caminos musicales familiares habitados por nuevas generaciones. La sinfonía fue estrenada por el propio Prokof'ev en abril de 1918, justo un mes antes de la Revolución Rusa, con la aprobación del Comisario de Educación Popular del nuevo régimen, que le concedió permiso para viajar al extranjero. Sin embargo, no fue hasta 1936 cuando Prokof'ev regresó definitivamente a una Rusia radicalmente transformada, donde la música estaba regulada por la "Unión de Compositores", que dictaba qué géneros y estilos se consideraban aceptables.

En 1890, Antonin Dvorak presentó en Praga su penúltima obra sinfónica, con la que pretendía romper con el modelo alemán y crear una pieza claramente distinta de sus sinfonías anteriores. La Octava Sinfonía emana un tono marcadamente eslavo desde su apertura en sol menor, con una inolvidable melodía interpretada por violonchelos y trompas, que capta una cualidad legendaria e introspectiva, ofreciendo una mirada a las experiencias y recuerdos personales del compositor. Tras esta evocadora introducción, toda la orquesta se une en una fiesta de características rústicas, que resuena con los paisajes que Dvorak pretendía retratar. "No os burléis de mí. No soy sólo un músico, soy un poeta", declaró el compositor bohemio en 1889 cuando dio a conocer al público su Octava Sinfonía, una obra rica en imágenes y emociones, marcada por una inquietante apertura que se asemeja a un suspiro melancólico, como si abriera una compuerta de recuerdos.