Orquesta del Festival de Budapest: Haydn‐Mozart — 1
Sobre el espectáculo
Sumérjase en la asombrosa arquitectura del impresionante Centro de Conciertos de la Academia Liszt de Budapest para disfrutar del concierto definitivo que despertará su comprensión de la música clásica.
Música austriaca interpretada por un director y solista austriacos es como comprar zapatos directamente a un zapatero de Austria. Las vastas e intemporales colecciones de Haydn y Mozart nunca se agotan y, como resultado, se siguen introduciendo nuevas sinfonías y conciertos en la serie de la BFO. Esta vez, Gérard Korsten toma la batuta, con un dinamismo que un periodista del Telegraph comparó con los rápidos movimientos de un esgrimista. La orquesta se adapta perfectamente a su tempo.
El concierto se desarrolla con una sinfonía de un joven Mozart de dieciséis años, seguida de un concierto para violonchelo poco común por entonces. Kian Soltani, violonchelista de raíces persas, es el protagonista de la pieza de Haydn. Un crítico del Washington Post escribió de él: "La orquesta le sigue como si fuera una vela que encabeza una procesión de luces". Tras el intermedio, el público disfruta de la juguetona sinfonía de Haydn, que culmina con una transformada serenata de Mozart.
Durante su estancia en Italia, Mozart absorbió muchos sabores musicales locales. Sin embargo, a su regreso a Salzburgo, comenzó a destilar su estilo. De este periodo surgió su Sinfonía nº 16. El primer movimiento, con ecos de C. Ph. E. Bach, atrae inmediatamente al oyente con un tema en tríada que cambia juguetonamente las expectativas rítmicas. Le sigue una gavota lenta sólo de cuerdas, y la pieza se completa con un rondó elegante y enérgico.
Haydn, aunque no era un virtuoso de la interpretación, tenía un conocimiento innato de los instrumentos. Basta escuchar el Concierto para violonchelo en re mayor para reconocerlo. El solista recorre toda la gama del instrumento, empleando dobles registros, octavas y rápidas transiciones en el diapasón. La palabra "pausado" es la que mejor describe esta pieza. Haydn espacia generosamente los temas, permitiendo momentos introspectivos en el movimiento lento y un final que es a la vez rústico y virtuoso.
La inclinación de Haydn por los matices lúdicos es evidente en muchas de sus sinfonías. En su Sinfonía en Do mayor, la broma está en la estructura: las dos secciones del movimiento final son como mini sonatas gemelas. Esta sutil alegría sólo es perceptible para el oyente avezado, pues parece que Haydn se divertía a sí mismo. Momentos dignos de mención son la elegante danza del "menuet", en la que destacan la trompeta y el violín, la ternura mozartiana del movimiento lento y la efervescente introducción animada por los metales.
En plena efervescencia vienesa, Mozart recibió noticias de su padre: la familia Haffner iba a ser ennoblecida y deseaba conmemorar la ocasión con su música, reminiscencia de una serenata nupcial que había compuesto para ellos seis años antes. Adaptando esta serenata, Mozart la transformó en sinfonía meses más tarde, suprimiendo algunos movimientos. Sus orígenes como serenata son evidentes, desde la apertura desprovista de dramatismo hasta el ágil final que insta a una interpretación "lo más rápida posible".