Orquesta del Festival de Budapest: Brahms — 1
Sobre el espectáculo
Sumérjase en la impresionante arquitectura del Palacio de las Artes de Budapest para asistir al concierto definitivo que despertará su comprensión de la música clásica.
Brahms, a menudo representado con un rostro severo y una larga barba, al son de música conservadora, reside en la memoria de muchas personas. Sin embargo, algunos se sorprenden de que sea la mente detrás de las animadas danzas húngaras, mientras que otros se maravillan de cómo el mismo maestro elaboró uno de los conciertos para piano más formidables de los anales de la música. Lo más asombroso es que, tras quince años de gestación de su primera sinfonía, Brahms estrenó la segunda en sólo cuatro meses. Esta vez, la BFO ofrece una interpretación jubilosa de Brahms, mostrando dos grandes composiciones, cada una emparejada con una danza húngara. El pianista Yefim Bronfman, colaborador habitual de la Orquesta del Festival de Budapest, ha sido alabado por sus apasionadas y fluidas interpretaciones de Brahms, como ha señalado la crítica internacional.
En dos entregas, Brahms ofreció versiones para piano a cuatro manos de sus veintiuna Danzas Húngaras. Introducido en las melodías gitanas húngaras por Ede Reményi, especialmente el csárdás, Brahms elaboró lo que denominó "arreglos". Estas piezas fueron un éxito inmediato, pero sus adaptaciones orquestales fueron aún más aclamadas. Cabe destacar que sólo tres fueron orquestadas por el propio Brahms, como la vivaz Danza húngara nº 10. Es un estallido musical de energía, mientras que la Danza nº 7 ofrece un tempo juguetón y variado, que se distingue por sus contrastes y acentos pronunciados.
Brahms bromeó una vez sobre su concierto: "He escrito un pequeño concierto para piano con un pequeño y encantador scherzo", y sin embargo es una de sus composiciones más profundas. Iniciado en 1878, su finalización duró tres años. Su estreno mundial tuvo lugar en Budapest, bajo la dirección de Sándor Erkel y con el propio Brahms como solista. El acto de apertura comienza de forma singular, con una trompa solitaria que grita, respondida por el piano. Este intercambio melódico se ve interrumpido por una ferviente erupción del solista, que prepara el escenario para una cascada de temas musicales. Le sigue un tumultuoso scherzo, al que sucede el tradicional movimiento lento, marcado por un contemplativo solo de violonchelo que transita hacia exóticos reinos tonales. La composición culmina en un final fascinante.
Una anécdota fascinante es que Brahms archivó momentáneamente los borradores iniciales de su Concierto para piano para componer su Sinfonía nº 2 durante un solo verano. La serenidad de Wörthersee, su refugio para componer, resuena en toda la sinfonía, con su atmósfera bucólica que contrasta fuertemente con el tumulto de la Sinfonía nº 1. Toda la sinfonía gira en torno al motivo del bajo de tres notas que introduce el primer movimiento. El violonchelo inicia el movimiento lento con una pizca de melancolía, pero el solo de oboe, unido a un suave acompañamiento punteado en el tercer movimiento, disipa la melancolía. El final se despliega como una de las composiciones más desenfrenadas de Brahms.